Lakasa de los sentidos
¿Has experimentado comer con la nariz tapada? ¿La disposición de los ingredientes en un plato orienta su valoración? ¿Modula nuestra percepción el enunciado de un plato?
¿Condiciona el crujido de una patata frita su sabor? En el terreno de la comida, la manera en que percibimos las sensaciones y como las asociamos da lugar a la experiencia gastronómica. Tras el acto de probar un buñuelito de Idiazábal hay un llamamiento a la sensibilidad, pero ¿qué ocurre si no prestamos atención a nuestros sentidos?
La comida gana en potencia si viene con una historia bajo el brazo. El relato de Pau Santamaría, nuestro hortelano de cabecera, acerca del esplendoroso momento que viven las setas, las coles, los nabos y las coliflores nos activa las emociones; su descripción detallada de la transmutación de la pocha en alubia seca y el desvelo, a modo de primicia, de la llegada de las primeras alcachofas propicia en nuestra mente una lectura más profunda de los ingredientes; cuanto más los conocemos, mejor los cocinamos.
Desde los puertos gallegos, la conversación con Pascual acerca de las corrientes marinas y sus efectos en las lubinas, los rapes y los percebes nos lleva a una reflexión: acceder a estos productos, disfrutar de las instalaciones de cocina que nos hemos creado y gozar de una clientela que demande y aprecie esta calidad de materias primas es una inmensa fortuna que en Lakasa vivimos hoy en día. Si no somos felices ahora, no lo seremos nunca.
Gracias a los sabores viajamos. El guiso de las alubias, que Fito trae de su pueblo, El Barco de Ávila, elaborado con setas y papada o la sopa de pescado y mariscos - no os perdáis la vídeo receta- son una invitación expresa al comensal a que recorra el mapa de sus afectos. La vida se siente a través de los sentidos.
Las apariencias en la comida encauzan el juicio, nos ponen en la pista. El brillo del jurel de anzuelo de la nueva ensalada, acompañado por los tostados de las almendras en vinagreta, el verde restallante de los brotes de verduras y el vibrante púrpura del helado de remolacha, de manera irremediable, generan expectación, a no ser que no estés vivo.
La textura de un ingrediente entrega información. La mordida de la lubina, en el tartar con miso y mostaza, confiesa su frescura. La calidad del salmonete, que acompañamos con un parmentier de sus interiores, se constata en el crujido sutil del lomo en la boca. Las lascas sedosas del bacalao con salsa de ortiguillas delatan su punto exacto de cocción y el mordisco al rape en jugo de aceite de aceituna negra estimula unos sentidos que nunca actúan solos, siempre funcionan en concierto.
"En el pato azulón salvaje, en la plenitud de su temporada, confitamos sus muslos a baja temperatura toda la noche para que queden tiernos y jugosos. Las pechugas limpias las asamos en el Josper y así otorgarles unos deliciosos aromas de humo. Con las carcasas del pato, confeccionamos un fondo que tras reducirlo durante horas se convierte en una salsa que al final aromatizamos con un toque de zumo de mandarina. Unos puntos de una confitura kasera de esas mandarinas en el plato le dan un contrapunto dulce a la elaboración. Como guarnición, añadimos un salteado de setas frescas que nos llegaron esta mañana… ". El poder evocador de las palabras al describir un plato es absoluto. La relación comida-lenguaje-cerebro resulta mágica. La cocina es lúdica o no es.
Si nos detenemos en el olfato, cada comensal percibe los aromas de manera diferente. La cultura y la experiencia previa son claves. En el arroz cremoso con conejo de campo, mientras que a Fito le llama la atención el olor a tomillo, lo primero que a Marina le golpea en la nariz son los aromas a humo de la mantequilla que ahumamos en Lakasa con la que trabamos el arroz. Si para César lo más destacable son los perfumes que posa el conejo salvaje en el arroz, para Nuria el primer estímulo que recibe son los dulces de la crema de cebolla con la que armonizamos el plato.
Gracias a la ciencia, conocemos la comunicación entre nuestro estómago y el celebro. El sistema límbico, que juega un papel clave en la formación de emociones, memoria y aprendizaje emplea unos 500 millones de células nerviosas y 100 millones de neuronas. Durante el próximo mes convocaremos a todo este porrón de células y neuronas para probar el nuevo plato de liebre, las primeras piezas de caza mayor, como el gamo, el ciervo y el jabalí. Nos pondremos en manos de los misterios que rigen la percepción sensorial, ¡a ver qué deparan!
Recuperar la resonancia especial que el acto de comer posee es una tarea bellísima en la que todos, los de dentro de la cocina y los de fuera, deberíamos involucrarnos. Entender que cualquiera que se acerque a la comida, se detenga, y atienda sus sentidos, se convertirá en un Midas instantáneo que acaba de encontrar la riqueza. Sin saber lo que sentimos, resulta imposible saber lo que comemos.
Bienvenidos a El Noticiero de noviembre, en el que entrevistamos a Virginia Carcedo, una amiga-clienta ciega que nos habla desde su circunstancia cómo vive la gastronomía; el texto de Juan Ángel nos acerca al mundo del arte y los sentidos; la vídeo receta de sopita de pescados y mariscos da mucho calorcito; aprendemos de vermouths y reunimos toda nuestra colaboración semanal en la radio.
A abrigarse, que llega el frío…
La vídeo receta: sopita de pescados y mariscos
El paso a paso detallado de la elaboración de este original y sabroso plato de cuchara.
Un café con Virginia Carcedo
Virgina, desde la circunstancia de ser ciega, nos relata su vivencia de la gastronomía.
El Bosque Goloso (tercer periodo)
4.- La fascinación de los bodegones artísticos
por Juan Ángel Vela del Campo
Los cinco sentidos- gusto, oído, vista, olfato, tacto- se dan cita a la hora de potenciar el placer de la comida. Los aficionados a la buena mesa valoran cada día más la experiencia total que supone complementar los sabores en estado puro, y su consiguiente elaboración culinaria, con la presentación de los platos en la mesa, las texturas de los alimentos, el sonido (o silencio) ambiental o los olores que emanan de cada creación gastronómica. Los cinco sentidos juegan su papel en la experiencia integral que supone una buena comida.
En un territorio artístico, como la pintura, existe una gran tradición en mostrar, bien alegóricamente, bien de forma realista o incluso decorativa, el mundo de los sentidos. Hay una tendencia natural entre los amantes del buen comer a la admiración por los bodegones o naturalezas muertas. Es natural. El Museo del Prado se puede convertir en una "segunda casa" de los incondicionales de Lakasa. Se ve lo que se come desde una perspectiva estética e histórica. No sé si es más apropiado darse una vuelta por El Prado antes o después de comer en Lakasa. Es cuestión de preferencias particulares. En esta ocasión, y como apoyo a la reivindicación de los sentidos en la experiencia gastronómica, nos vamos de "naturalezas muertas" o, si se prefiere, de "bodegones" al Museo del Prado.
Bodegón con gavilán, aves, porcelana y conchas
Si consultamos antes el Diccionario de uso del español, de María Moliner, podemos ver que se contempla la palabra bodegón en pintura como "Naturaleza muerta. Cuadro donde se representan frutos, viandas y objetos usuales". En cuanto a Naturaleza muerta se define como "Pintura que representa animales muertos o cosas inanimadas". El término "naturaleza muerta" aparece por primera vez en inventarios de cuadros en Holanda hacia 1650, según cuenta Norbert Schneider, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Karlsruhe, en su más que recomendable libro sobre este atractivo tema publicado en Taschen. Competía, en cualquier caso, con otras designaciones utilizadas en la época como "cuadros con frutos" o "cuadros que representan banquetes". En el Museo del Prado se expone hasta el 19 de febrero de 2017 una muestra muy interesante del género con 15 cuadros de bodegones de Clara Peeters, una pintora holandesa cuyas obras se extienden fundamentalmente entre 1608 y 1621. Son pinturas elegantes, realistas, de las que producen una especial satisfacción a los aficionados a la gastronomía por la composición plástica de mesas con pan, queso, verduras, pescados o caza, en convivencia con objetos artísticos, flores o animales vivos. Alejandro Vergara, comisario de la muestra, y Anne Lenders explican muy bien en el catálogo las connotaciones históricas, sociológicas y gastronómicas que confluyen en los cuadros de la exposición. Parece ser que Clara Peeters introdujo por primera vez pescados en los bodegones. El museo madrileño alberga en su colección permanente cuatro cuadros de una pintora que se centró casi exclusivamente en el mundo de las naturalezas muertas y de la que biográficamente se conoce más bien poco. Amberes fue su centro de trabajo. Curiosamente, es la primera mujer que expone en El Prado de forma individual.
Contrasta la obra plástica de Clara Peeters con la serie "Los cinco sentidos" de Jan Brueghel de Velours, el Viejo, en colaboración con Rubens, de 1617-18, es decir, de la misma década y de la misma procedencia geográfica flamenca, y en concreto, de Amberes en cuanto a centro de realización artística. Los cinco cuadros pertenecen a la colección permanente del Museo y entran de lleno en un concepto alegórico muy diferente al puramente naturalista de Peeters. En la exposición se juega con el criterio histórico-comparativo mostrándose "El gusto" como epílogo de la selección de cuadros de la pintora holandesa.
Jan Brueghel el viejo, Alegoría de el gusto
Los aficionados a la buena mesa suelen apreciar, por razones obvias, de una manera muy especial las pinturas de bodegones. El Museo del Prado tiene en sus paredes una colección impresionante de estos cuadros. Baste citar como ejemplos imprescindibles las obras maestras en estos temas tan sabrosones de Luis Egidio Meléndez, Juan Sánchez Cotán, Frans Snyders, Zurbarán y Goya, pero El Prado está prestando una gran atención a los artistas que no son de "la casa" y ahí está como ejemplo la magnífica exposición dedicada al parisino Chardin, hace media docena de años. También, en colaboración con los Amigos del Museo, organizó un curso sobre "El bodegón" en 1999-2000, posteriormente editado por Galaxia Gutenberg, El Círculo de lectores, con aportaciones, entre otros de Francisco Jarauta, John Berger, Francisco Calvo Serraller (que además fue el coordinador), Carlos Castilla del Pino, Norbert Schneider, Agustín Sanchez Vidal, Natacha Seseña, Alfonso Pérez Sánchez y Gabriele Finaldi. La muestra de Clara Peeters es, por tanto, coherente con la política de programación de exposiciones de El Prado, y supone una oportunidad de oro para profundizar en las esencias de un género pictórico que tantas evocaciones produce en los gastrónomos.
Lakasa creo en el número anterior de su Noticiero su propio bodegón en versión digitalizada -llamémoslo así- con el imaginativo título "Lakasa de las delicias", inspirado, claro, en "El jardín de las delicias" de El Bosco. La creación pictórico-tecnológica servía de portada y pórtico a un bello artículo sobre el lado más humanista del restaurante. Las relaciones entre la pintura de bodegones y la filosofía de Lakasa se consolidan, pues, con estos comentarios en la sección "El bosque goloso". Me atrevo a intuir que después de contemplar las aves de caza, los higos secos, las berenjenas, las ostras, los cangrejos, los quesos, los pescados de río, el arenque o las cerezas, de Clara Peeters, saborear una grouse escocesa, un lomo de ciervo o una paloma en Lakasa puede ser aún más estimulante.
90 segundos, la pelicula con el resumen del mes
Un vídeo que responde a la pregunta de donde nos viene la pasión por nuestro oficio.
Aprendemos de vermut
La bodega Williams & Humbert creó en 2008 el vermut Canasta, elaborado a partir del Oloroso dulce Canasta Cream, con uva palomino y pedro ximenez y criado en solera con una vejez media de 6 años.
Este vermut se termina de confeccionar bajo la supervisión de expertos en infusiones con la adicción de más de 25 extractos naturales, entre los que destacan la salvia, el lúpulo, el saúco y la corteza de naranja amarga.
El mes en la radio
Nuestra habitual colaboración semanal en la Cadena SER
¡¡Seteros!! nos vamos al campo...
Sofrito, rehogado y pochado, bases de una buena cocina
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La cocina de la caza llega al plato
Tenemos debate: los chupitos después de comer, detalle u obligación
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